Ahora mismo está aquí arriba de mi cabeza, pero si me
desplazo por las calles de este agosto inhabitado, al cabo de unos minutos
dejará de estarlo y en su lugar habrá un cielo azulceleste digno de himno
nacional.
Eventualmente la nube descargará algunas gotas leves y concentradas en varios
cientos de metros de la ciudad; opino que solo con la intención de que se respete
su estatus de nube negra. Luego se irá inadvertidamente, sin siquiera dar
tiempo a que los caminantes lamenten no tener un paraguas.
Así son las nubes en Madrid. Animistas.